Vivimos en la era de los premios. Fotógrafos que exponen antes sus premios que sus fotos "Bravo por ellos". Si no tienes uno, no existes. Fotógrafos que en una boda buscan en cada foto ganar un concurso con ella y terminan haciendo un mojón de reportaje, en fin que si no te han dado una medallita dorada con laurel digital no eres nadie y al ver esto te preguntas ¿de verdad eres bueno en lo que haces? Bueno, aquí estoy yo, sin trofeos relucientes ni títulos pomposos… y aún así, con una agenda llena de clientes que confió en mí año tras año. ¿Será que me equivoqué de camino? ¿Tal vez debería haber pasado más tiempo postulándome a concursos en vez de editar cada foto con el máximo detalle? ¿Quizás tendría que haber buscado un premio en vez de preocuparme porque cada pareja, cada familia, cada bebé tuviera su recuerdo perfecto? Pero aquí está el asunto: nunca me interesó coleccionar premios . No los busqué, no los compré (sí, hay quienes los compran, pero ese es otro tema), y tampoco los inventé. Porque el mejor premio, para mí, es cuando una familia vuelve a elegirme para otro evento, cuando una madre me dice que sus hijos se sintieron felices en la sesión, cuando unos novios miran sus fotos y reviven su gran día con emoción, eso no se puede colgar en la pared o poner el sello en la web pero se lleva dentro y créeme que cada felicitación y reconocimiento vuestro te hace mejor profesional que un marquito con el diploma. Llevo más de 15 años en este oficio , y si algo me llena de orgullo no es un galardón colgado en la pared, sino el hecho de que, después de tanto tiempo, nadie ha podido encontrar una mala reseña sobre mi trabajo sino todo lo contrario, te animo a buscar. Y si eso no es el mayor reconocimiento, dime tú cuál es. Así que no, no tengo premios. Te tengo a ti. Y si decides confiar en mi cámara, mi ojo y mi pasión, tú serás el próximo gran premio en mi carrera.

_ José Torres